EL GORRIÓN AHORCADO
ENTRE VOCES
Su nombre es la reacción normal, estrés.
¿Qué cómo me llamo?
Con frecuencia rodeo tu vida diaria con preocupaciones y sentimientos repentinos...
Lo que causa miedo y terror.
¿Quién eres?
Soy lo que causa trastornos si no llegas a controlarme.
Generalizada de pánico a fobia. Se oyen voces, duele la cabeza, te tiembla la mano, el cuerpo entero.
El recuerdo de las palabras autoritarias que te hacen huir de todo.
Quizá el príncipe de las tinieblas te arrojará al precipicio. Está al borde de la locura, todavía no sabes su nombre.
La melancolía llegó, no paras de sentirte vil.
De apoco te vez como la nada, el gusano que el Creador ve desde lejos por tu obra.
En aquella habitación hay una gran soledad, te encuentras en el suelo sin esperanza y una gran voz exclamó ¡Espíritu del demonio inmundo!
Aquella criatura sin fuerza, ya no se resiste, su tono de voz, más aguda ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres… y una gran voz reprende: ¡Enmudece y sal de él!
Finalmente, entre aquella autoridad y poder salió del cuerpo eso que llamamos “Ansia”.
MELANCOLÍA
Es probable que hayan transcurrido ya ochenta días desde el inicio del aislamiento voluntario en México.
Se me ha borrado de la mente qué día es exactamente, pues todo sigue de la misma manera, tan monótono.
Entonces he dedicado horas a realizar tareas y actividades que nunca habían sido una opción para calmar la ansiedad. He notado que las obligaciones se volvieron algo tan natural.
Los días pasan, parece que uno comienza a tener una magnitud de pensamientos, pero aquellos son peligrosos para la vida que he decidido.
-Sí, aquella sin ti.
Sin embargo, mi helado corazón se ha descongelado de nuevo. Voy a mi recámara, veo mi diario lleno de polvo, olvidado.
Lo tomo en mis manos y las lágrimas salen sin pedir permiso. Quizá el encierro me hace daño, cómo puedo salir de tal situación. Sólo el recuerdo me permite viajar al pasado para olvidar el momento presente que sigue oliendo a encierro.
Lágrimas corren y poco a poco se secan. De pronto una risa se presenta en mi rostro, mientras escucho en el aire la canción de Once Upon A Time In Paris de Satie, la cual se torna en una especie de gimnasia mental.
Hoy no me senté a escribir tu nombre. Sólo recordaré aquellos hermosos momentos: cuando ambos sonreíamos; cuando el uno del otro caminaba sin que ninguno lo notara; cuando fríos éramos para no llegar a incomodarnos.
Recuerdo amar la primavera y el verano para comer helados de sabor exótico. El corazón me duele al ver en mi mente la imagen de aquel día cuando decidiste soltarme sin mi consentimiento. Ahora no me arrepiento, simplemente te anhelo.
Será quizá el encierro que llena el corazón de melancolía. Las fotografías dentro del diario las había borrado de mis recuerdos, ya son antiguas, tú y yo en invierno.
Recuerdas cuando hui para olvidarte y al regresar desapareciste. Tonto, lloré más de ochenta días para olvidarte.
La melancolía aumenta en mi corazón y me siento cada vez más libre de este encierro. Quizá el Creador tuvo misericordia. Me ha quitado los pecados con la sangre de su Hijo y podré ir al cielo. Ya no soy pecadora, aunque mis pensamientos en este encierro me lleven a querer huir de nuevo. Pero, ya le he dejado todo.
-A ti.
Así mismo, la melancolía llega a mi corazón con mayor fuerza, ya soy libre…
La mujer cae al suelo y deja de respirar. Un hombre robusto de tes blanca la levantará y la besará en la frente. Mientras la toma entre sus brazos se dará cuenta que no es posible hacer nada más por ella. Lágrimas recorrerán su delicado rostro y leerá la última página de aquel diario que su esposa tanto había guardado, desde el día de su boda.
Nota: He dejado el diario con tu padre. Perdona por manchar con café esta última página, a veces me pregunto cómo te va, la melancolía llenó mi corazón estos ochenta días. Nunca dijiste a dónde irías. Sabes que respeto tus decisiones porque siempre te he amado.
P.D.
Lamento haber llegado tarde siempre.